viernes, 26 de octubre de 2012

Escritores que agonizan

Hace unas semanas Amalia López, mi fantástica editora, me sugirió componer algo relacionado con consejos para escritores, cansada de escuchar cosas como “organiza tu mesa de trabajo” o “no pongas la lavadora mientras deberías estar escribiendo”. Le eché una mirada a mi escritorio (atestado) y pensé que, con lo anárquica que soy, yo sería la primera en saltarme cualquier consejo que se me ocurriera dar.

Decliné por lo tanto la oferta, pero hoy me he vuelto a acordar de una introducción a Madame Bovary que leí hace muchos años. Allí se comentaba cómo Flaubert agonizaba durante días (literal o metafóricamente retorciéndose en el suelo, no recuerdo los detalles) en busca de la palabra perfecta. Entonces, como ahora, me pareció una exageración innecesaria. Sin embargo, que yo no esté dispuesta a sufrir en nombre de una supuesta perfección literaria no quiere decir que ese no sea el camino de otros escritores.

Es difícil establecer generalizaciones y también es posible que lo que para algunos resulta obvio para otros no lo sea. En cualquier caso, creo que cada uno debe encontrar lo que funciona para él. Esto es lo que me funciona a mí.

El proceso de investigación
Me encanta investigar y lo considero vital: leer ensayos sobre la época y los temas que queremos abordar, así como novelas escritas y/o ambientadas en esos años, familiarizarnos con el arte y la tecnología en museos y galerías, ver películas, escuchar música, viajar y visitar lugares relevantes, hablar con expertos o personas que vivieron aquello que tratamos, nos proporciona una solidez muy valiosa y abre las puertas de la inspiración con nuevas ideas y vías que quizás no habíamos considerado antes.

Aunque resulte una obviedad, escribir un libro cuesta infinitamente más que leerlo y a veces me asombra la cantidad de investigación que he necesitado para escribir un párrafo o incluso una frase, sustantivo o adjetivo. Aunque no soy una obsesa de la fidelidad histórica, cuando uno escribe, por poner un ejemplo, sobre la época medieval, no resulta apropiado mencionar el empleo de tenedores o copas de cristal cuya existencia/presencia solo se generalizaría más adelante. Dar un pequeño detalle sobre el peinado, el coche o la ropa de tal personaje, que se va a leer en dos segundos, puede llevar una cantidad considerable de tiempo. Conviene documentarse sobre los contextos sociales, culturales y económicos de los personajes, el periodo histórico que vivieron, sus profesiones, gustos, aficiones, enfermedades y un sinfín de pequeños detalles.

Con todo esto, resulta muy fácil perderse en el proceso de investigación, tomar miles de notas y no llegar a desarrollar nada. Evitar esto sería mi primer consejo. Llega un momento en que uno se tiene que poner delante de la hoja en blanco y atacar.

El segundo consejo sería: por fascinante que te resulte el tema que tienes entre manos, dale la importancia que merece, siempre al servicio de la historia. A no ser que estemos produciendo un tratado, en una novela no queremos demostrar cuánto sabemos sobre tal o cual tema o periodo histórico, sino aportar detalles que enriquezcan y le proporcionen vida a la historia y a los personajes. Esto es, la investigación, por importante que sea, no es un fin en sí misma. Cuando sabemos cuánto nos ha costado escribir algo, no queremos eliminarlo así como así. Por eso es esencial dejar reposar el texto y revisarlo al cabo de cierto tiempo. Entonces será más evidente qué es lo que funciona y qué es lo que sobra y es el momento de sacar las tijeras y emplearlas sin piedad.

Durante la fase de investigación previa (la investigación continúa presente, quizás en menor medida, a lo largo de la escritura de la novela) me mantengo muy abierta y hasta me permito distraerme con bastante facilidad porque nunca sabes adónde te va a llevar una desviación aparente.

La fase de escritura
Esta es una distinción artificial, pues cada escritor y cada novela es diferente y, además, para mí escribir e investigar andan de la mano y no se pueden separar con un cuchillo. En mi caso, una vez se ha formado en mi cabeza la idea (por lo habitual a partir de una imagen) de lo que voy a contar, tomo multitud de notas, investigo durante meses, abro mil carpetas y documentos y desarrollo algunas escenas sueltas. Llega un momento en que comienzo a ordenar el caos, poniendo juntas las piezas del rompecabezas. Entonces me siento invariablemente como Víctor Frankenstein componiendo a su criatura, alisando con mimo los puntos de sutura.

Es la época de pasarme la vida pegada al ordenador, desaparecida del mundo, totalmente concentrada y resintiendo el hecho de tener que levantarme para ir al baño. Miras el reloj y es la una de la madrugada. Un ratito más, te dices, y de repente son las cuatro. Y aun así no puedes levantarte e irte a la cama, aunque te duela todo y estés muerta de sueño. Algunos días la prosa fluye mejor que otros. Hay un tiempo para escribir en bruto y otro para pulir las aristas. Cuando escribir no surge pero me apetece trabajar en el texto, entonces pulo lo que ya he escrito. Cuando no me apetece sentarme delante del ordenador en absoluto, regreso al mundo “real”, retomo el contacto con los amigos, pongo la lavadora y hago la compra.

Picasso dijo: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”. Y aunque estoy de acuerdo con esta afirmación, también creo que hay una fina línea entre concentración, descanso y productividad. Sé que desconectar a tiempo me va a proporcionar el descanso necesario para regresar con una mirada e ideas frescas. No creo que sea buena idea perseguir la inspiración, sino que resulta más productivo dar un paso atrás, respirar y crear el espacio para que fluya con libertad. Eso sí, nunca se sabe muy bien cuándo va a ocurrir. Cuando tengo una idea rondándome pero no consigo sacarla de la cabeza, me voy a dar un paseo y a veces converso con los personajes (lo que resulta de lo más entretenido). Me paro donde sea y escribo las ideas que surgen en el primer trozo de papel que encuentro (tickets de compra, billetes de metro, folletos… rara vez llevo encima una de las libretitas monísimas destinadas a tales menesteres). A menudo me tengo que levantar en medio de la noche y garabatear la escena o idea que no me deja dormir, o que me ha despertado.

En cualquier caso, no se me ocurre agonizar por algo como un adjetivo elusivo, pues es como una pastilla de jabón que cuanto más te empeñas en sujetar, más se te escurre entre los dedos. Imagino que de ahí viene aquello de “consultar algo con la almohada”, dejar de intentar encontrar una solución al problema para darle una oportunidad a la solución adecuada de encontrarnos a nosotros. En mi experiencia, el truco consiste en aprender a distinguir cuándo es necesario aplicar la disciplina y continuar trabajando a pesar de todas las excusas y distracciones que podemos encontrar, y cuándo debemos tomarnos un descanso, que puede ir de varias horas a varios días.

 Y después de haber dicho todo esto, he de confesar que sí, que llega un momento en que mi escritorio está tan abarrotado que no cabe ni el teclado y entonces sé que ha llegado el momento de “organizar mi mesa de trabajo”. Los principios básicos son así.

5 comentarios:

  1. Me han encantado tus palabras, conocer el proceso creativo de escritoras experimentadas realmente aportan luz a "escritoras" en ciernes como puede ser quien aqui suscribe.

    Soy una apasionada de la investigación (una de mis mejores épocas vitales fue mientras elaboraba la Tesis Doctoral, si mi tiempo ahora me lo permitiera, sin duda me sumergia en un nuevo proyecto de este tipo). Mis otras pasiones son la escritura y la lectura, así que nuevamente no puedo más que felicitarte por este pequeño artículo y alegrarme de que quizás, mi camino no vaya tan desorientado.

    Un abrazo muy fuerte y me alegra haber descubierto esta página.


    http://docecuarentaycincopm.blogspot.com/

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    1. ¡Hola y muchas gracias por tu mensaje!
      Si no la conoces, quizá también te interese echarle un vistazo a la entrada anterior. ¡Lo importante es seguir adelante!
      Un abrazo y muchos ánimos con todo,
      Lucía

      http://sinerrata.blogspot.co.uk/2012/09/el-escritor-el-rechazo-y-otros-reveses.html

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  2. Gracias por no hacer una lista de consejitos bobos :)

    Y gracias por los verdaderos consejos. Es cierto que cuando menos acuerdas ya te perdiste tomando infinidad de notas y la escritura se queda en espera indeterminada.

    Seguiré tus aportaciones a este blog. Por cierto, bellísimo tu Pinterest. Yo tengo una obsesión tremenda con el Reino Unido.

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  3. Gracias Lucía. Me resultó interesante.Me gustó lo de Picasso y otros puntos que retendré.
    cariños
    manuc

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